1114. El judici de Caifàs
Continuo amb el llibre "La Pasión en Contemplaciones de papel" del jesuita José Maria Rodríguez Olaizola: avui el capítol 5. A continuació, un fragment:
“Aunque durante sus largos años en el poder ha lidiado con situaciones difíciles, nunca antes se ha visto en una posición tan delicada. Pero no tiene miedo; confía en su experiencia. Poco queda en él del ingenuo joven que comenzó a escalar puestos en la sociedad judía, protegido por su suegro Anás. Fue el viejo zorro el que intrigó para que, llegado el momento de retirarse como Sumo Sacerdote, el gobernador Valerio Grato nombrase a su yerno para sucederle. Una decisión que incomodó a muchos. Sin embargo, el joven losef ben Caifás se ganó el puesto. Durante años, intrigó y fue colocando a hombres de su confianza en los principales puestos del Sanedrín. Se enriqueció y aprendió a manejar los resortes del poder en Jerusalén. La astucia de Anás y su propia fortaleza les hicieron imbatibles. Cuando Grato fue sustituido por Poncio Pilato, el pretor comprobó su fortaleza al enfrentarse públicamente con el Sumo Sacerdote. El gobernador, ansioso por adular a Roma, ordenó colocar insignias con la efigie del emperador en lugares públicos de Jerusalén. Los judíos se negaron a que esas imágenes estuvieran cerca del templo y plantaron cara. El prefecto prometió un baño de sangre. Recordando aquel enfrentamiento, en el que el romano llegó a amenazarles con la muerte, Caifás no puede evitar una sonrisa zorruna. Supo resistir. Empezar su mandato provocando un levantamiento no habría sido demasiado ventajoso para la carrera de Pilato, así que, tal y como Caifás había sospechado, al final el pretor cedió. Desde entonces, la relación entre ambos es tensa. Pilato le necesita para evitar alborotos, y lo sabe. Ha trasladado el pretorio de Cesarea a Jerusalén, y ahora, en esta vecindad forzada, el templo de los judíos frente al pretorio romano, los dos líderes se vigilan. Se detestan, pero se necesitan. La amenaza de Roma le sirve a Caifás para presentarse como el defensor de los judíos, y la sumisión de Caifás sirve a Pilato para evitar conflictos incómodos.
Precisamente por eso, tiene que atajar cuanto antes el movimiento de ese carpintero. Si se termina adhiriendo a su causa un grupo numeroso, si empieza a difundir sus blasfemias, si lima la autoridad de los que dirigen el templo, entonces Pilato sabrá que no son un pueblo tan unido y explotará sus debilidades. Al pensar en esto se mueve con más brío, y el nerviosismo da paso a un enfado sordo. ¡Maldito Jesús! ¿Nadie se da cuenta de lo importante que es que los judíos estén unidos? ¿Nadie comprende que eso es lo único que les mantiene seguros y que, si empiezan a dividirse los romanos, se quitarán la piel de cordero y les aplastarán sin contemplaciones? Se golpea furioso con el puño derecho la palma de la mano izquierda. ¡Ah, este pueblo ignorante y desmemoriado...! Ojalá estuvieran atentos cuando escuchan la historia de sus antepasados. ¿Han olvidado ya las veces en que pueblos extranjeros masacraron y aniquilaron a los judíos? ¿No se dan cuenta de que solo él, Caifás, puede mantenerles a salvo? La Ley de Yahveh, y él como garante de esa ley. Un solo Dios, un solo pueblo, una sola ley. Todo lo demás es necedad.”
Aquest capítol ajuda a entendre que molts contraris de Jesús tenen raons de pes per estar-hi en contra, des del seu punt de vista. I que moltes d’aquestes raons no són, necessàriament, egoïstes. Molts fariseus no són dolents en si, sinó que no comprenen el que Jesús els diu, i viuen en un context i sota unes creences que els tanquen la ment. Cal discerniment i un cor famolenc per obrir-se al missatge de Jesús. Tots podem ser fariseus.
Transcric també alguns fragments de les reflexions d’Olaizola:
“Cuando hablamos de «jaulas de oro», inmediatamente nos viene a la cabeza el significado de la expresión. Una jaula de oro será cómoda, brillante, atractiva, pero no deja de ser una prisión que te mantiene atado. No deja de ser una celda que te impide vivir con la libertad a la que todos aspiramos. La jaula será bonita, exótica y confortable, pero uno no puede caminar más allá de sus límites. Como aquel Truman en la película «El show de Truman» que, al percibir que vive una vida ficticia, en un escenario artificial, empieza a pelear para poder romper las paredes que lo separan de una vida real.
La intemperie, por el contrario, tiene algo de inseguridad, de despojamiento e incertidumbre. Es el espacio de la Vida con mayúsculas. Allá donde el viento te da en la cara. Donde la vida no es una pantomima. Donde la verdad se encuentra más allá de los libros, las teorías y las canciones. Donde las personas son personas y no estadísticas. Allí donde no puedes cambiar de canal con solo pulsar un botón. Donde el amor no es la letra de un poema, sino historias concretas. Allí donde puedes caer y volver a levantarte. Allí donde te dejas alma, corazón y vida, como en la letra de un bolero, pero de verdad... En la intemperie asoma la verdad desnuda de las personas.
En la intemperie se mueve Jesús. En jaulas de oro se quedan los jueces que lo condenan. Ante Caifás, Jesús afrontará la intemperie de una nueva imagen de Dios, la contestación a una Ley que oprime y el rechazo de las categorías que dividen a las personas en buenos y malos, puros e impuros, salvados y condenados en nombre de la ley. Caifás, por su parte, quedará encerrado en la jaula de oro de la seguridad, la tradición y la costumbre.
Hoy en día, todos podemos encontrarnos en la misma encrucijada. Podemos vernos urgidos y tentados a refugiarnos únicamente en la gente que comparte nuestras perspectivas y apreciaciones de la realidad. O podemos afrontar la intemperie de lo nuevo. Esto se da en muchos ámbitos de la vida: la política, la cultura, la economía, el deporte... y, por supuesto, la fe. No se trata de jalear lo nuevo por lo nuevo, de exaltar lo moderno por contraposición a lo antiguo, o de aceptar sin crítica cualquier ocurrencia. Ni mucho menos. Pero sí se trata de tener la honestidad suficiente como para no dogmatizar lo que no es dogma. Para no absolutizar lo que tiene que ver con culturas y épocas. Para ir más allá del terreno cómodo en el que tenemos todas las seguridades y las riendas, para atrevernos a avanzar por la tierra de las preguntas y la duda. Se trata, más bien, de la capacidad de escuchar al otro, para ver si tal vez en su perspectiva, en su apreciación y en su palabra puede haber algo de la verdad que nadie posee como patrimonio.”