262. Elegia a Ramon Sijé
Avui m’aturo en un poema de Miguel Hernández. Però abans us comparteixo com l’he conegut: de la mà de Víctor Clavijo. Seieu i gaudiu.
El poema és «Elegía a Ramón Sijé» i, tot i el nom, està dedicat realment a José Ramón Marín Gutiérrez. Publicat al 1936, Miguel Hernández el va escriure amb només 26 anys.
“Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.”
Miguel Hernández havia de ser pastor de cabres, o almenys era això el que volia el seu pare: sort que no va ser. Sembla que amb José Ramón mantenia una estreta amistat, tot i que en els darrers temps s’havien distanciat per les seves diferents idees polítiques. Sentiments profunds de dolor, frustració o ràbia davant una mort tan sobtada com primerenca, i l’esperança conformada d’un retrobament en les senzilles expressions de la natura, són la base d’aquesta preciosa declaració íntima. Em sembla que no cal afegir més. He llegit un anàlisi tècnic i, tot i que ja he oblidat el vocabulari específic que se’n fa ús, és evident que és una obra rica en detalls i d’un gran nivell formal. Paga la pena acabar aquí amb una versió cantada de Joan Manel Serrat.