Ahir rebia el darrer article de Borja Vilaseca, una ment a seguir. Escriu un article on explica per què ell personalment fa temps que no vota. Estic d’acord amb ell amb quasi tota la seva reflexió, però discrepo en la seva conclusió final. De fet, gran part dels seus arguments són els mateixos que fa uns anys em va portar a deixar de votar llistes presentades a les eleccions i a votar en blanc. Però discrepo en la conclusió final. Millor us deixo llegir gran part de l’article (el teniu complet aquí) i apunto al final un parell de coses.
“Aprovecho que el domingo hay elecciones en Cataluña para explicar brevemente por qué hace muchos años que ya no voto. Y por qué me avergüenzo profundamente de haberlo hecho en el pasado. En primer lugar, no voto porque en España no hay democracia. Tan solo la ilusión de que somos un país democrático, que no es lo mismo.
¿De verdad el pueblo ejerce el poder a través de sus supuestos representantes políticos? No. Ni mucho menos. Lo que en realidad tenemos en una “partidocracia”. Es decir, un Estado controlado por los altos dirigentes de los partidos políticos, quienes a su vez representan los intereses de las oligarquías (corporaciones, bancos y otros lobbies internacionales) que mueven los hilos desde la sombra. Y no es ninguna teoría de la conspiración. Es un hecho.
En este sentido, ni siquiera los propios diputados de cualquier partido político gozan de libertad para ejercer su propio voto en el parlamento. Todos ellos son designados a dedo por sus superiores. Y por tanto están obligados a obedecerles sumisamente. Se le llama “disciplina de partido”. En caso de no cumplirla, al político en cuestión le rebajan su estatus dentro del partido, llegando incluso a echarlo del mismo.
De este modo, todos los miembros de un partido entran en competición entre ellos por ver quién medra y sube antes a la cima. Pura lucha por el poder para hacerse con el Poder. En otras palabras, politiqueo dentro del propio partido. Esta forma de proceder no está al servicio del bien común de la sociedad, sino de los partidos políticos, que crean artificialmente división y separación entre el pueblo para sus propios fines partidistas. Nos dividen para vencernos. Y como resultado perdemos todos. Y no cada cuatro años: de forma permanente.
No voto porque el sistema político está completamente podrido. Es un reflejo de la ignorancia y la inconsciencia del ego humano. Y no quiero formar parte de él legitimándolo con mi voto. La corrupción es inherente a cualquier institución pública. Además, el dinero que nos roban a los contribuyentes cada año a través de los impuestos se malversa, despilfarra y se emplea para cuestiones sobre las cuales ninguno de nosotros tenemos ningún poder ni control al respecto.
A su vez, la gestión que los políticos hacen de las arcas públicas es tan pésima que cada año aumenta la deuda que España ha contraído con los bancos centrales. Ningún político habla de ello pero el Estado está al borde de la bancarrota. Debemos mucho más de lo que producimos. De ahí que próximamente volverán a subirnos los impuestos. Es para denunciarlo a la policía. Ah, no, que estos son los ciudadanos que han domesticado para evitar que el resto nos sublevemos.
No voto porque vivimos en un Estado totalitario y coercitivo en el que no hay separación de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial), propiciando que las élites políticas gocen de un poder absoluto, el cual manejan como auténticos tiranos. En el nombre de la solidaridad y del estado del bienestar, los “gobernantes” están expoliando al pueblo con una presión fiscal que supera cualquier límite razonable.
Cada año invierten más recursos para esquilmar a las rentas más altas, provocando la fuga de riqueza y de talento de nuestro país. Y mientras, los analfabetos tertulianos de televisión se dedican a linchar públicamente a quienes se niegan a pasar por el aro, tachándolos de “antipatriotas”. Y no es para menos. La finalidad de los medios de comunicación masivos no es informar, sino manipular a la población para cumplir con la agenda del poder dominante. Parece increíble, pero la distopía orwelliana plasmada en su obra ‘1984’ se ha hecho realidad.
En este sentido, considero que la abstención es la única opción revolucionaria. Hoy en día lo veo como un acto de desobediencia civil. Es una forma elegante, pacífica y respetuosa de decirle a nuestros “gobernantes” que se vayan a tomar por el culo. Votar en blanco implica reconocer y validar que estamos conformes con el proceso electoral y la partidocracia actual. Sin embargo, este país no necesita un voto útil, sino una reforma integral de los cimientos del corrupto sistema político. Hasta que no cambien de verdad las leyes que rigen este juego de poder, la ilusión de la democracia seguirá consistiendo en elegir entre mismos perros con diferentes collares. Manda huevos llamar a esto “soberanía popular”. Es un insulto para la inteligencia.
Sé que soy muy ingenuo y utópico, pero sería maravilloso que nadie votara. La abstención mayoritaria es sin duda el mayor temor de los políticos. Todo el año están de campaña para hacernos creer que los necesitamos. Que su función consiste en resolver nuestros problemas laborales y económicos… ¡Cuánto cinismo e hipocresía! El único puesto de trabajo que un político ha creado en toda su vida es para el inútil de su cuñado. Lo que en realidad persiguen todos los políticos –defiendan la ideología que defiendan– es consolidar un “Estado clientelar”. Es decir, mantener a la población sumida en la pobreza, de manera que dependan de los subsidios y las ayudas que les proporciona el Gobierno. Así es como los partidos se perpetúan en el poder.
En fin, pronto sus mentiras les estallarán en la cara, pues la estafa piramidal de las pensiones tiene los días contados. No hay dinero para seguir tapando tantos trapicheos y tanta ineficiencia. Este país está al borde de la quiebra económica. Y cuando el castillo de naipes se desmorone –que lo hará–, el pueblo dormido por fin despertará, dándose cuenta del engaño al que han estado sometidos.
Cuando eso suceda, muchos individuos saldrán a la calle para canalizar su impotencia y frustración, haciendo lo único que saben hacer: quejarse, manifestarse y protestar. Algunos de ellos crearán altercados y disturbios violentos, sin ser conscientes de que durante todo este tiempo han tenido a los políticos que se merecen. No en vano, son sus representantes. Ellos mismos les han votado. Y como tales, son un fiel reflejo del nivel de inconsciencia de la gran mayoría de ciudadanos, completamente perdidos y desempoderados.
El gran problema de esta sociedad es el borreguismo imperante y la falta absoluta de libertad de pensamiento. Ambos se deben al sistema educativo industrial, cuyo currículo lo diseña el propio Estado. Sin comentarios. Lo que al poder le interesa es un pueblo dócil y sumiso –que tenga pan y circo– y que no cuestione jamás el orden social establecido. La finalidad del sistema político actual no es servir a los ciudadanos, sino mantener un régimen de control y esclavitud sobre quienes eufemísticamente dice representar.
No voto porque este sistema me parece una farsa llena de farsantes y hace mucho tiempo que dejé de mirar al escenario. No espero nada del Estado. Ni tampoco de los políticos. Si bien a día de hoy les dejo que sigan robando mi dinero, por lo menos ya no les regalo mi integridad. Y no os preocupéis, que sé que al no votar no me puedo quejar… Qué horrible forma de pensar.”
Ja fa uns dies que vaig escriure que la política és un dels nous circs de la població i que és una vergonya (veure núm 349) . No vull allargar-me a confirmar el que reflexiona en Borja: una de les idees recurrents de Pere Casaldàliga (veure núm 333) és que no existeix una democràcia real mentre no sigui per a tothom: tot està dit. La nostra diferència de pensament amb el Borja rau en que no anar a votar no em sembla la millor opció. Quan una cosa no ens agrada l’hem de canviar des de dins o des de fora. Ens cal una nova manera de fer política que retorni el poder als ciutadans. O potser hem d’ensenyar als altres com ens enganyen i ajudar-los a ser més conscients. O potser ens cal una revolució… qui sap. Però el dret de vot és un dret adquirit (que al llarg de la història hem perdut i hem trobat a faltar) que cal exercir: l’alternativa de no fer-ho em sembla una manca de responsabilitat o una absència total d’interès. Votar en blanc o en nul no és legitimar el sistema: és dir al sistema que no ens agrada en què s’està convertint. Llegint articles com aquest podríem valorar què és millor, si votar en blanc o votar nul, però en tot cas, no votar és fer una mica de Ponç Pilat, és a dir, de rentar-se les mans i no implicar-se amb el que hi ha ara: no em sembla una alternativa compromesa.
Avui, doncs, aniré a votar. En aquests moments encara no sé si votar una opció que no m’agrada per a no viure una altra que encara m’agrada menys, o votar en blanc que és el que he anat fent darrerament. Tendeixo a pensar que, en moments com aquest, més que un vot conscient cal un vot útil. Percebo no només circ i demagògia arreu, sinó crispació social: pedres, crits, insults... als platós i al carrer. I això no m’agrada gens. La fragmentació de la societat a Catalunya és una realitat a la qual ens han portat els polítics de torn. Ens cal més serenor i seny: anotem-ho tots.
Coincideixo gairebé en tot el que diu l'article de Borja Vilaseca, menys en el fet de no votar. La pregunta real a fer-se, és què podem fer per transformar aquesta "democràcia" tan imperfecta que tenim? Votar la opció menys dolenta, votar en blanc? Ens fa falta un canvi radical de la llei electoral però no veig cap intenció de posar fil a l'agulla.