520. Vigileu, viviu desperts!
Avui sento al mossèn a la plàtica dels meus alumnes i entre d’altres coses els parla d’un missatge del Papa Francesc on parla d’indiferència i mediocritat: dues paraules sobre les quals he reflexionat molt al llarg dels anys. De fet, “No indiferència” va ser el títol d’un bloc que vaig mantenir a la Xarxa durant diversos anys. Googlejo una mica i les paraules que trobo són del 2020. Transcric la part que m’interessa especialment:
“Mc 13, 34-37
Esto es como un hombre que, a punto de irse a otro país, deja a sus criados al cargo de la casa.
A cada cual le señala su tarea, y ordena al portero que vigile.
Así que permaneced despiertos, porque no sabéis cuándo va a llegar el señor de la casa:
si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la mañana.
¡Que no venga de repente y os encuentre durmiendo!
Y lo que os digo a vosotros se lo digo a todos: ¡Permaneced despiertos!”
Esta parte del Evangelio de Marcos se concentra en una sola palabra: “¡Vigilen!”. El Señor la repite cuatro veces en cinco versículos. Es importante estar vigilantes, porque un error de la vida es el perderse en mil cosas y no percatarse de Dios. San Agustín decía: «Timeo Iesum transeuntem» (Sermones, 88,14,13), “Tengo miedo de que Jesús pase y no me dé cuenta”. Atraídos por nuestros intereses― todos los días experimentamos esto ― y distraídos por tantas vanidades, corremos el riesgo de perder lo esencial. Por eso ¡estén vigilantes! Estar vigilantes es esperar, es no dejarse llevar por el desánimo, y esto se llama vivir en la esperanza. Mantenerse despiertos no es fácil, al contrario, es algo muy difícil. Nos acechan dos sueños peligrosos.
Uno, el sueño de la mediocridad. Llega cuando olvidamos nuestro primer amor y seguimos adelante por inercia, preocupándonos sólo por tener una vida tranquila. Pero sin impulsos de amor a Dios, sin esperar su novedad, nos volvemos mediocres, tibios, mundanos. Y esto carcome la fe, porque la fe es lo opuesto a la mediocridad: es el ardiente deseo de Dios, es la valentía perseverante para convertirse, es valor para amar, es salir siempre adelante. La fe no es agua que apaga, sino fuego que arde; no es un calmante para los que están estresados, sino una historia de amor para los que están enamorados.
Hay también un segundo sueño interior: el sueño de la indiferencia. El que es indiferente ve todo igual, como de noche, y no le importa quién está cerca. Cuando sólo giramos alrededor de nosotros mismos y de nuestras necesidades, indiferentes a las de los demás, la noche cae en el corazón. El corazón se vuelve oscuro. Comenzamos rápido a quejarnos de todo, luego sentimos que somos víctimas de los otros y al final hacemos complots de todo. Quejas, victimismo y complots. Es una cadena. Hoy parece que esta noche ha caído sobre muchos, que exigen sólo para sí mismos y se desinteresan de los demás.”
Les paraules del Papa Francesc posen l’èmfasi en dues idees: mediocritat i indiferència. Diu que distrets podem perdre’ns l’essencial. Em venen al cap les paraules tan repetides de Víctor Küppers: “El més important és que el més important sigui el més important”. L’essencial és el més important: l’amor a la família, la salut, Déu… la resta (que potser ens treu la son, ens neguiteja o ens treu de polleguera) són xorrades. Que no ens perdem l’essencial. Com deia (sembla que) Albert Einstein, “hi ha dues maneres de veure la vida: pensant que no existeixen els miracles, o creient que tot és un miracle”: jo prefereixo la segona, que assegura l’antídot contra la mediocritat. D’altra banda, pel que fa a la indiferència, amb una mica de sensibilitat i posant-nos les sabates dels altres n’hi ha prou per no ser indiferents a les injustícies i necessitats dels altres. Així que, em toca anar-me recordant que cal estar vigilants i no dormir en vida.
Nota de l’autor: aquest article forma part d’una sèrie sobre el llegat del Papa Francesc. Si et ve de gust, la col·lecció la formen: el 5 , el 7 , el 18 , el 37, el 130, el 184, el 187, el 212, el 217, el 285, el 520, el 742 i el 743.